SPECTATOR IN BARCINO
(ABC) .- SI quieren conocer hasta qué punto el pensamiento real se vive en voz baja indaguen entre los catalanes; si prefieren escuchar la hipocresía en voz alta, confórmense con la Cataluña política. La cuestión es diferenciar a los catalanes-personas del esencialismo nacional; ese que rellena la facundia de gobernantes que nos endosan la horma del pensamiento «nacionalmente» correcto. La Cataluña Única amalgama con el mantra de que el demonio siempre son los otros ecologismo epidérmico, soberanismo populista e izquierdismo infantiloide. Así podemos explicar que después del espectáculo neocarlista de las consultas por la independencia, el Parlament aceptara a trámite la prohibición de los toros.
En este país, cuando algo no funciona, decimos que es Can Seixanta. De nada sirve que instalen en la Rambla de Catalunya al Pensador de Rodin; aquí pocos aplican el caletre antes de darle al botón del escaño. El pasado viernes, el Parlament fue Can Seixanta... Set. 67 diputados contra 59 abrieron la puerta a la Iniciativa Legislativa Popular antitaurina. Si la aritmética de la lógica no falla en Can Seixanta Set ya se contaban los 21 de ese modelo de coherencia que es ERC -toros no, «correbous» sí- y ese exotismo neocomunista -12- que aquí nos venden bajo la franquicia «ecosocialista». Sumados, 33. Suponiendo que los diputados del PSC (37) hicieran caso del sentido común de su compañero David Pérez, sumados a los 14 del PP y los 3 de Ciutadans dan 54. La mirada se pone sobre el grupo de CiU. Si hubieron 5 abstenciones, 4 ausencias y 5 votos flotantes que abonaron la tesis protaurina hasta sumar 59, la «animalada» prohibicionista corretea por la bancada nacionalista. Y aquí llega el momento de indagar dónde está el liberalismo en las filas convergentes, más allá del «deixeu-nos fer calés». Porque, además de invocar los derechos del animal para encubrir la hispanofobia, la prohibición de la Fiesta es una coartación de las libertades individuales.
La votación revela, una vez más, ese afán intervencionista de la administración catalana que lastra el nuevo Estatut. Padecemos un Comité de Salud Pública redivivo, con lenguaje buenista y afán recaudatorio. Desde la limitación de la velocidad, a menudo poco razonada, a la imposición de cuotas lingüisticas en la exhibición cinematográfica: el próximo escándalo. Y la ciudadanía que no se manifiesta, no participa en las encuestas, ni asiste hoy al partido de la Selección Catalana observa perpleja cómo sus representantes políticos están más pendientes de cuestiones simbólico-patrioteras que de solucionar problemas cotidianos.
Y después se extrañan del nivel de abstención en las jornadas electorales. El país del «prohibiendo que es gerundio» experimenta un marcado declive. El pasado viernes, la frivolidad tuvo mayoría en un Parlament convertido en Can Seixanta... Set.